El autor narra, de manera sencilla y agradable, las vivencias correspondientes a su niñez y adolescencia en La Grita, entre 1950 y 1964.
Describe detalladamente la gente amable, generosa, trabajadora; todo ello reuniendo méritos suficientes para no permitir que el paso del tiempo borre sus huellas, obras y costumbres.
Este testimonio escrito, de gran valor familiar, también es una importante referencia histórica de la Ciudad del Espíritu Santo de La Grita, la “Atenas del Táchira”.